El Dr. Miquel Porta afirma que es posible vivir más y mejor reduciendo nuestra exposición a los tóxicos y contaminantes ambientales que nos rodean.
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“Hay que tener el espíritu joven aunque tengas mil años”, dice Miquel Porta cuando pide que le tutee. Y ciertamente, el despacho de este doctor en Medicina y máster en Salud Pública, investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UAB y catedrático adjunto de Epidemiología de la Universidad de Carolina del Norte, podría pasar la habitación de alguno de sus alumnos. De las pegatinas que decoran uno de los muebles, destaca una con el texto “He’s Not Here”. Pero Miquel Porta sí está aquí, y trae una verdad incómoda.
¿Estamos contaminados?
Los contaminantes y tóxicos de los que habla en su libro Vive más y mejor (Ed. Grijalbo) son invisibles a nuestros ojos; pero como expone, “los respiramos, los comemos, los bebemos. Incluso nos maquillamos o lavamos el pelo con productos que los contienen”. También menciona a los desodorantes porque los disruptores endocrinos que se encuentran en algunos productos de higiene, como dicen, no nos abandonan: son tóxicos persistentes que almacenamos a lo largo de nuestra vida.
La exposición, de hecho, comienza en el vientre materno. Así pues, en el cuerpo humano encontramos bisfenol A, plaguicidas, pesticidas o residuos industriales. Según una muestra representativa de población en Cataluña recogida en el libro (la única junto a Islas Canarias de todo el estado español), el 72 % de los individuos tenía 10 o más compuestos tóxicos en su cuerpo.
La lista es extensa. Entre otros, están: el aluminio, que se encuentra en el agua del grifo y alimentos procesados; el arsénico, en pescados, carnes y tabaco. También el cadmio que respiramos en el aire, las dioxinas y furanos que se hallan en piensos y animales, el mercurio que encontramos en peces como el atún rojo o el pez espada, los parabenos de algunas cremas, geles y desodorantes, los PCBs de plásticos y alfombras, o el bisfenol A de juguetes, pinturas, latas y, hasta su prohibición en 2010, biberones.
“Pero cómo podemos pensar -exclama Miquel Porta- que la contaminación exterior no llega a nuestro interior”. La principal vía de entrada son los alimentos y los envases. Por eso, defiende que la solución pasa por prevenir la exposición a los tóxicos y contaminantes ambientales. Es clave que nos alimentemos mejor. Tarea que no parece fácil si atendemos, por ejemplo, a los datos del informe de marzo del 2015 de la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea (EFSA), en el que se halló que el 51 % de las fresas tenían 3 o más pesticidas, o que los melocotones, las manzanas y la lechuga eran los alimentos más contaminados del mercado.
Miquel Porta da ejemplo. Me cuenta que hoy trae macarrones con verduras ecológicas y setas para almorzar. Tal vez de postre coma alguna de las mandarinas iwasaki cultivadas en el Camp del Turia que guarda en la estantería casi como un bodegón.
¿Cómo nos afectan los tóxicos?
“Todo lector del libro está contaminado con PCBs”, dice Miquel Porta con la seguridad que le dan los datos. Los contaminantes son invisibles; pero su efecto es visible. En concreto, estos bifenilos policlorados a los que se refiere son los culpables de muchos casos de alzheimer, parkinson, defectos congénitos y retrasos en el desarrollo, enfermedades en el sistema nervioso, inmunológico y reproductivo.
“Yo a los de sexto de medicina -explica como si estuviera en una de sus clases-, les digo que se fijen en la cantidad de enfermedades de las que no sabemos la causa. Si miramos libros de medicina interna, vemos que las causas de las diabetes o el hipotiroidismo, por ejemplo, están mal conocidas. Esto es así porque miramos menos a los tóxicos de lo que deberíamos”.
¿Podemos ser optimistas?
“Se ha corrompido a mucho científico y político por la industria química, que ha comprado a negacionistas y mercenarios de la duda”, exclama Miquel Porta. Por eso, afirma que rehuir la propia responsabilidad le puede salir muy caro a nuestra salud. Precisamente, su libro es una llamada a cambiar nuestros hábitos para encontrar formas más saludables de vivir. Si los contaminantes son invisibles, él reclama hacerlos visibles con más información. Eso sí, avisa que hay que buscar fuentes de información de calidad, “porque si no, es que nos cuelan unos goles…”
“Ser optimista -dice Miquel Porta- sería que los datos nos dijesen que es probable que el mundo vaya a mejorar”. Pragmatismo que es evidente viendo los libros apilados en la mesa de su despacho y en los estudios y revistas académicas que acumula. Entre sus lecturas, cuenta que además está Nabokov y otros clásicos. Tal vez porque en la literatura siempre hay preguntas que hacerse y a él le encanta hacerse preguntas. También, la música. Una de sus canciones favoritas es Things Have Changed, de Bob Dylan. Para Miquel Porta, que los tiempos cambian está claro; también que está en nuestra mano que cambien a peor o a mejor.